Mondriaan y el cubismo. Gemeentemuseum. La Haya. Hasta el 11 de mayo.
En el verano de 1914 Piet Mondrian volvió tras una estancia en París a su Holanda natal. Allí le sorprendió el terrible acontecimiento de la Gran Guerra, y desde su lugar de origen se dedicó por entero al estudio del Cubismo. Para entonces Picasso y Braque ya estaban muy ocupados con la introducción del collage en sus cuadros. Sin embargo Mondrian retrocedió en el tiempo obviando ese concepto de introducir elementos de la realidad cotidiana en las obras, para centrarse únicamente en los aspectos de la representación del cubismo de la primera etapa, el cubismo analítico. En el setenta aniversario de su muerte, la exposición 'Mondriaan y el cubismo, París 1912-1914' del Gemeentemuseum de La Haya le rinde homenaje.
Mondrian pasó de
ser maestro de escuela primaria y pintor de paisajes en sus horas
libres, a explotar de forma radical el camino hacia la abstracción
geométrica. Para ello recurrió a lo que él consideraba que eran
las formas absolutas, representaciones que encerraban la esencia de
todo el universo. Las líneas rectas horizontales y verticales fueron
su material de trabajo para llegar a una esencia de la forma, que él
mismo conectó con la teosofía, y con cierto neoplatonismo.
La muestra ahonda
en el estudio del propio arte de la pintura que empezaron los
cubistas y que luego retomó Mondrian para ir mucho más allá. El
artista basó su investigación fundamentalmente en la problemática
de desligar sus formas geométrico abstractas esenciales del fondo de
la pintura. El pintor quería con ésto abolir el fondo para
convertirlo en si mismo en figura. Con ello trataba de eliminar
cualquier referencialidad al mundo material en sus obras, algo sobre
lo que habían trabajado Picasso y Braque en la etapa más avanzada
del Cubismo, cuando fondo y figura eran casi indistinguibles.
En este camino se
encontró con artistas que pensaban al igual que él como Theo Van
Doesburg, arquitectos como J. J. P. Oud o el escultor George
Vantongerloo. Junto a ellos fundó una revista llamada De Stijl, en
la que publicaron muchos de sus textos teóricos. En un principio
trataron de aunar convicciones en torno al arte, fundamentalmente con
los arquitectos. Sin embargo pronto se dieron cuenta de que eran
disciplinas muy distintas. Mondrian abandonó esta agrupación tras
ocurrírsele a Van Doesburg recurrir a la línea curva. Sus
convicciones eran igual que sus representaciones, muy rectas.
Josefá Tolrá. Dibujo Fuerza
Fluídica. Can Palauet. Mataró. Hasta el 30 de marzo.
La historia del arte está llena de
mentiras, medias verdades, e historias verosímiles. Esta se alimenta
en un gran número de ocasiones de mitos y leyendas, manteniendo así
el interés del gran público hacia la vida de diversos artistas y de
muchas de sus obras. Un ejemplo de ello ha sido, hasta hace poco, el
conocimiento que se tenía acerca de la catalana Josefa Tolrá. La
escasa documentación acerca de esta artista, ha llevado a muchos a
hablar sobre ella partiendo de lo que se escuchaba de oídas. Se
decía que su obra había sido importante para los catalanes de Dau
al Set. También, que había estado encerrada en un hospital
psiquiátrico, pero poco más. Ahora, tras un estudio de la
historiadora Pilar Bonet acerca de Tolrá, y una exposición en las
salas Can Palauet de Mataró que lo acompaña, podemos desmentir
muchos de estos datos.
Josefa Tolrá nunca estuvo en una
institución psiquiátrica. Esta mujer, nacida en Cabrils en 1880,
tuvo una vida dura. De joven trabajó en una fábrica textil, se casó
y tuvo dos hijos y una hija. Uno de los varones murió antes del
comienzo de la guerra, mientras el otro fue abatido en el frente. La
Tía Pepeta, que es como se la conocía en Cabrils, entró en un
estado de depresión y se encerró en casa. El miedo hizo presa de
ella y comenzó a escuchar voces. Un familiar, que no psiquiatra, le
recomendó entonces encomendarse a la práctica del dibujo como
terapia para sacar de dentro los 'fantasmas' que la afligían. Tolrá
empezó a hacer representaciones con 60 años. Estas, hechas con
tinta china, lápiz y rotuladores de color, son formas bastante
enigmáticas, llenas de personajes femeninos y un tipo de composición
bastante primitivista. Sus dibujos estaban conectados con las voces
que escuchaba, pues ella plasmaba en el papel lo que le entraba por
los oídos.
Fue así como se la llegó a conocer en
el pueblo como artista medium. Luego, a través del escultor Moises
Villèlia o el dibujante Manuel Cuyàs, que residían en la zona, se
fue corriendo la voz entre los demás artistas acerca de su obra. A
mediados de los años 50 los creadores del entorno de Dau al Set,
como Joan Brossa, Antoni Tàpies y el crítico de arte Alexandre
Cirici comenzaron a visitarla atraídos por todo lo que tenía que
ver con lo magicista, lo surreal o el Art Brut de Jean Dubuffet. En
1956 Cirici organizó una exposición con sus dibujos en la sala
Gaspar de Barcelona, y tres años después la artista falleció. La
familia donó al Museo Español de Arte Contemporáneo 45 dibujos
suyos. Al Museo Reina Sofía, que custodia esta herencia, solo le
consta la existencia de 28, pero eso ya es otra historia (por
resolver).