jueves, 31 de octubre de 2013

La abstracción geométrica latinoamericana desembarca en el Museo Reina Sofía



El problema de la forma llega al Museo Reina Sofía de Madrid. Tras la exposición de arte latinoamericano abstracto geométrico de la Colección Patricia Phelps de Cisneros que cerró sus puertas en la institución hace muy poco (‘La Invención Concreta’), ahora pasan a formar parte de la Segunda Parte de la Colección Permanente del Museo, una selección de 34 obras de la coleccionista venezolana. Las piezas, que son un préstamo comodato temporal al Reina, tratan de romper con sus significados los relatos hegemónicos del arte que situaron a los Estados Unidos y sus artistas de los 50, como dominadores de los discursos artísticos. El arte latinoamericano, desatendido durante muchos años, y expuesto ahora aquí, trata de abandonar así su posición de periferia, colocándose al tiempo como nexo de unión entre lo hecho en Europa en décadas anteriores y el posterior arte de los 60 y los 70.

La narración del arte latinoamericano pasa por tener muchas lagunas históricas que ahora se empiezan a atender. En la colección del Museo Reina Sofía se adolecía un poco de piezas o de artistas que se salieran de los estereotipos del arte producido al otro lado del Atlántico. Lo que esta selección de obras nos viene a descubrir es que existe ‘vida’ más allá de Diego Rivera, Frida Kahlo o las esculturas de Botero, que existe un hito del arte latinoamericano que se conformó a partir de los movimientos abstracto geométricos de colectivos europeos como los constructivistas, Bauhaus, el grupo De Stijl o el suprematismo de Malevich. Esta visión del arte latinoamericano se aparta de la anglosajona que lo presenta como un tipo de creación figurativa, trágica y magicista.

Las dos salas que albergan esta exposición, situada en la planta cuarta del museo, presenta una gran cantidad de creadores relacionados con lo abstracto geométrico. El unir las piezas sin ninguna separación física que las difiera, nos habla de un discurso no lineal (cronológica y geográficamente hablando) de lo artístico. Todo lo contrario, observamos una especie de ‘cosmología’ de la abstracción geométrica latinoamericana en donde los fenómenos creativos se dan casi al mismo tiempo. Los artistas se contagian unos de otros, sorteando la cuestión de su separación geográfica. En esta nueva muestra se recogen creadores que se mueven entre Montevideo, Buenos Aires, Caracas, Sao Paulo o Río de Janeiro.






El denominador común de las creaciones de los artistas de la Colección Phelps de Cisneros parte quizás de la figura de Mondrian. El artista neerlandés, integrante junto a Theo Van Doesburg del grupo De Stijl y creador del movimiento neoplasticista, fue pionero en la revolución de la forma geométrico abstracta como vehículo transmisor de conocimiento metafísico o teosófico. La influencia calvinista de Mondrian hizo que éste hiciera posible plasmar lo espiritual en un tipo de forma anti-representativa, que no imitaba al pie de la letra las formas del mundo natural. Esta especie de iconoclastia emprendida por Mondrian fue luego interpretada de muchas maneras por los artistas abstracto geométrico latinoamericanos de los 50, debido a que a muchos de ellos les llegaron las imágenes de los cuadros del artista nórdico, pero no sus textos.

El debate en torno a la forma geométrica dividió a los creadores latinoamericanos entre los que pensaron en la construcción de las formas partiendo de leyes naturales absolutas, conectadas con fenómenos de la naturaleza que están por encima de la acción del hombre, como la disposición de las semillas de un girasol o las elipses de un concha marina, y los que por otro lado desafiaron ese absolutismo. Entre los primeros podemos ver en estas salas algunos de los trabajos de Josef Albers o Max Bill. En línea con la segunda corriente se encuentra el trabajo por ejemplo de Lygia Clark. Sus obras, llamadas ‘bichos’, son objetos tridimensionales que rompen la visión de la obra de arte autónoma, sin capacidad de interactuación con el individuo. Al contrario Clark ideó estas piezas a base de planos de metal articulados con bisagras, con la intención de que el espectador las pudiera manipular. La artista trataba así de romper el encierro sobre sí mismo que según ella sufría el arte y sus instituciones.





Esta visión más utópica y participativa del arte se ve también en el trabajo del brasileño Helio Oiticica. Miembro del grupo neoconcreto junto a Clark, su obra va derivando desde una creación más geométrica-constructivista hacia la inmaterialidad y el uso del cuerpo como método de expresión anti-capitalista. Nadie mejor que Oiticica para representar la crítica a la divergencia entre centro y periferia. El artista se ‘alimentaba’ precisamente de esa periferia (encarnada en los habitantes de las favelas brasileñas de Mangueira, a los que recurría para hacer muchas de sus acciones) para poner en evidencia los fallos del sistema artístico y de sus mecanismos de representación institucionales: los museos.

Por último están contenidos en estas salas artistas que basan sus discursos en función de la perspectiva de la visión a partir del movimiento del cuerpo del espectador. Estos creadores, como Carlos Cruz Díez, Jesús Soto o Gego, incitan al público a mirar sus piezas desde distintos puntos de vista, con la finalidad de que éstos descubran los juegos de reflejos y movimientos de colores y formas que se generan a partir de la incidencia sobre ellas de la luz natural. A diferencia de las obras anteriores, éstas no parten de una manipulación, pero tampoco son obras absolutas, llevándonos incluso al campo de lo performativo y lo teatral. Además se sitúan muy en consonancia con los presupuestos del ‘op art’, generando en el ojo de quien las contempla fenómenos visuales preparados de antemano por el realizador de la pieza.

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