viernes, 14 de febrero de 2014

La metamorfosis de Loïe Fuller y el tachismo de Otto Wols


Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller. La Casa Encendida. Madrid. Hasta el 4 de mayo.
Luz, movimiento, color y efectos hipnóticos para la vista. Pocos espectáculos de principios de siglo podían contar con estos elementos como principal atractivo. La danza de Loïe Fuller, por el contrario, los combinaba a la perfección para hacer del baile una experiencia de arte total. La bailarina, de origen norteamericano, revolucionó el arte de la danza a finales del XIX. En París, en el Folies Bergere, su trabajo fue internacionalmente reconocido. Ahora, La Casa Encendida de Madrid le rinde homenaje a través de una exposición monográfica que ayudará a profundizar más en su figura.

La Loïe Fuller, como la llamaban artistas e intelectuales como Mallarmé o Picasso nació un 22 de enero de 1862 en Fullersburg, Chicago. Su padre, violinista además de bailarín ocasional y su madre, cantante de ópera amateur, influyeron en el interés de la pequeña hacia las artes en general. Tras haber trabajado durante su infancia haciendo pequeños papeles teatrales y dedicándose tímidamente al canto, finalmente se introdujo en el mundo de la danza trabajando como bailarina. En 1889 fundó su propia compañía, haciendo una gira por los Estados Unidos, Bermudas, las Antillas y Jamaica.

El paso a Europa vendría un poco después, aterrizando primero en Londres, en donde asistió a clases de danza de una forma ya profesional. En otoño de 1891, tras dedicarse a la danza de la falda, relacionada con el 'can-can', regresó a Estados Unidos. Allí fue donde la bailarina empezó a interesarse por el que será el elemento innovador de sus coreografías: los efectos ópticos e hipnóticos, generados a partir de las innovaciones en materia de electricidad, iluminación y rayos X. Durante la realización de un papel en una obra teatral, donde interpreta a un paciente sometido a una sesión de hipnósis, se le ocurre utilizar una camisa de mangas muy largas y anchas que le permiten gran movimiento. Sobre ésta proyectará luego luces de colores. El efecto plástico-hipnótico conseguido puso a la Fuller en el camino hacia un éxito a nivel mundial con sus números de baile y fantasía caleidoscópica.

La bailarina americana, junto con Isadora Duncan, con la que trabajó durante un tiempo, están consideradas las creadoras de la danza moderna. Las formas de sus danzas se inspiran en la naturaleza. Fuller hablaba de la mímesis en su baile. Ella enraizaba este concepto en la antigüedad grecolatina. La mímesis entonces no tenía el significado de copia que tiene hoy en día, sino que era pura creación a partir de la realidad. Creación desarrollada en el marco del teatro clásico, donde el baile y el drama eran inconcebibles por separado. Así los movimientos de la Fuller en 'La danza serpentina' nos recuerdan a veces al aleteo de una mariposa o al de una libélula. Las elipses que dibuja con su cuerpo y con su vestido en el espacio, tratan de hipnotizar al espectador, en un espéctaculo que requería un gran número de técnicos iluminadores cuya función era proyectar luces de colores sobre su atuendo.

Tan trascendental llegó a ser su baile que en la exposición universal de París de 1900 se le dedicó un pabellón únicamente a su figura. Fue de hecho, según algunos historiadores del arte, un punto de inspiración fundamental para Picasso (el cual la vio en la exposición universal) a la hora de pintar 'Las señoritas de Avignon'.



Wols: El Cosmos y la calle. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid. Hasta el 26 de mayo. 
Los años de la Segunda Guerra Mundial fueron trascendentales para la deriva del arte contemporáneo tras el efecto de shock que supuso el conflicto. El 'tiempo del estupor' que se vivió durante la postguerra trajo consigo un impulso catárquico de un gran número de artistas que sintieron la necesidad de expulsar todos los fantasmas aparecidos como consecuencia de la deflagración. Uno de estos creadores, poco conocido entre el público español, fue el alemán Otto Wols, al que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid le dedica una exposición centrada en los dos hitos fundamentales de su trabajo: su obra gŕafica por un lado y su trabajo fotográfico por el otro.

'Otto Wols: el cosmos y la calle' es una muestra esclarecedora. Las piezas, cerca de 90, que se han traído de muchas instituciones públicas y privadas de todo el mundo nos ayudan a hacernos una idea de quien se esconde detrás de este nombre. La verdadera identidad de Wols era Alfred Otto Wolfgang Schulze. En los años 30, con el ascenso de los nazis al poder en Alemania, muchos artistas alemanes exiliados a otros países se cambiaban el nombre con el fin de evitar cualquier vinculación con su lugar de origen.

La primera parte de la muestra, 'El cosmos', representa un universo marcado por el impulso frenético de crear. Su trabajo, de tipo abstracto, nos sitúa en el denominado 'tachismo', un tipo de arte que evoluciona del surrealismo y que se expande después de la guerra junto a otros movimientos como el Informalismo o el Expresionismo abstracto en los Estados Unidos.

A diferencia de las ínfulas triunfantes del gran arte de la pintura americana, el tachismo se relaciona con el existencialismo de Sartre o Adorno. Los dibujos, acuarelas, pinturas y grabados de esta parte de la exposición nos hablan también de la importancia otorgada a lo informe por parte de artistas como Wols, Fautrier, Dubuffet o Michaux. El arte primitivo, el arte de los enfermos mentales, o el arte naif, en conexión con el art brut, será la tónica conceptual y estética por la que se rige la obra del alemán.

Por su parte, el trabajo fotográfico presente en la exposición nos indica la salida del estudio por parte del artista. Éste toma el espacio de la calle. Las imágenes que podemos ver en la muestra son de antes de la guerra, captadas entre 1932 y 1938. Estas parecen marcadas por un ambiente de extrañeza o 'unheimlich' freudiano generado por las grandes tensiones políticas de los movimientos de masas de los años 30. En sus imágenes se aparecen objetos sobre los que los efectos de las luces y las sombras evocan juegos plásticos imaginativos surrealistas. Sus fotografías recuerdan mucho a las imágenes de otros fotógrafos célebres de la época como Brassai, Kertesz o Dora Maar.


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