miércoles, 4 de diciembre de 2013

Fotógrafos guerreros: cuando la muerte se convirtió en propaganda


En el mes de septiembre de 1862, en plena Guerra de la Independencia americana, el fotógrafo Alexander Gardner fue enviado al campo de batalla de Antietam (Washington). Movilizado por otro fotógrafo, el neoyorquino Mathew Brady, Gardner tenía la misión de fotografiar lo que ocurría en el frente. Los reportajes que éste realizó entonces, incluidos ahora en una exposición en el Metropolitan Museum de Nueva York acerca de la Guerra de Secesión, transformaron el modo de documentar los conflictos armados. Fue durante la deflagración estadounidense cuando empezó a asentarse lo que consideramos hoy como la ‘estética’ fotográfica de guerra.

El modo actual de ‘ver’ los conflictos armados basado en imágenes que reflejan la muerte y la destrucción fue impulsado tanto por Brady como por Gardner. Ambos fotógrafos se conocieron en 1851 en Londres, coincidiendo con la exposición que se celebró en el Palacio de Cristal de Hyde Park. Gardner, de origen escocés, emigró años más tarde a Estados Unidos, entrando en contacto en Nueva York con Brady. Este último ganó gran reputación en 1850, cuando realizó una serie de retratos de personajes ilustres de la época. ‘The gallery of Illustrious Americans’, que era como se llamó la serie, fue realizada bajo la técnica del ambrotipo, muy parecida al daguerrotipo.

En aquella época la tecnología era el principal condicionante del resultado final de la fotografía. Debido a los largos tiempos de exposición a los que se tenía que someter lo retratado, así como las grandes dimensiones y peso de las cámaras, los profesionales (que no querían salir mal parados del conflicto), solamente estaban habilitados para captar imágenes del antes o después de la batalla, nunca durante la acción. Esto hizo que los instantes recogidos desde la Guerra de Crimea (primer conflicto en el que hizo su aparición la fotografía) se erigieran como imágenes normalmente estáticas. En éstas aparecían paisajes, por ejemplo, de las bases donde se asentaban los soldados, así como retratos de los mismos.

El matiz principal que introdujo la fotografía de la Guerra de Secesión fue el de retratar, e incluso recrearse con gran crudeza y verosimilitud en la idea de muerte producida como consecuencia del conflicto. El reportaje de Gardner de la batalla de Antietam, al que aludíamos al principio del artículo, muestra primeros planos de cadáveres tendidos sobre los campos de batalla, algunos incluso desfigurados o en descomposición. Fosas comunes llenas de cadáveres que en muchas de las imágenes (todas captadas después de la deflagración), aparecen custodiados por otros soldados.

Este reportaje de Gardner en Antietam fue el último que realizó para Brady. Y es que éste llevaba tiempo encargando la realización de reportajes de la guerra a otros fotógrafos desde su oficina en Washington DC, en la que estuvo localizado durante el conflicto. Sin haber pisado en ningún momento el campo de batalla, Brady tuvo la osadía de atribuirse la autoría de las imágenes captadas por Gardner, cosa que puso fin a las relaciones mantenidas entre ambos.

El juego del engaño, protagonista más que nunca durante las guerras, no acabó con esta anécdota. La controversia fundamental de las fotografías de Antietam de Gardner se centra en la actualidad, en saber a ciencia cierta si las escenas que retrató fueron manipuladas o no por el propio fotógrafo.

Todo parece indicar que efectivamente recolocó muchos de los cadáveres que dejó inmortalizados en sus imágenes, modificando también las poses de los mismos, con la intención de conseguir mayor carga dramática. Sus fotografías, siguiendo por ejemplo la estética de los grabados de Goya, o el tenebrismo de los artistas barrocos, incorporó un elemento teatral, de puesta en escena, en el que se diluían de forma evidente las fronteras entre realidad y ficción, entre verdad y símbolo.

Las imágenes, que habían sido trucadas, empezaron entonces a convertirse en armas en sí mismas. Puestas a la misma altura que las balas y los cañones utilizados en la guerra, se configuraron como propaganda necesaria. Propaganda que a la postre servía para, o bien minar la moral del enemigo o, por el contrario, concienciar a los compatriotas acerca del aniquilamiento de sus aliados. Esta manipulación nos recuerda, por otro lado, la famosa fotografía del ‘Miliciano herido’ captada por Robert Capa, durante la Guerra Civil española, de la que se ha demostrado que es una puesta en escena del propio artista.

La exposición del Metropolitan, que lleva por título ‘Photography and the American Civil War’ es en definitiva, una oportunidad única de revisar la historia de esos guerreros, que con sus cámaras se confundieron con los soldados. Una idea que se consolidó finalmente durante los años 30 cuando se cubrió por los fotógrafos la guerra española por primera vez con un sentido moderno. En aquel entonces, a las imágenes del conflicto, ya realizadas durante la Primera Guerra Mundial, se les sumó la repercusión global de la publicación de las imágenes en los medios de comunicación internacionales, en los que la imagen sustituyó por primer vez en importancia al texto.


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